La caridad si no es concreta de nada sirve,
sería una falsedad. Esta caridad concreta puede ser interna, con la voluntad
que nos lleva a colaborar con los demás de muchas maneras. También puede ser
con la inteligencia, a través de la estima y el perdón.
Estamos obligados al apostolado porque cualquier
bautizado debe de promover la vida cristiana y extender el Reino de Dios,
llevando el Evangelio a los demás. Si yo amo a Dios, es lógico querer que los
demás lo hagan también; la DSI nos dice que la caridad social y política no se
agota en las relaciones entre las personas, sino que se despliega en la red en
la que estas relaciones se insertan, que es precisamente la comunidad social y
política, e interviene sobre esta, procurando el bien posible para la comunidad
en su conjunto.
Ahora bien, la causa y el fin de la caridad están
en Dios no en la filantropía (amor a los hombres). La caridad tiene que ser
siempre desinteresada, cuando hay interés siempre se cobra la factura, “hoy por
ti, mañana por mí”. Obviamente tiene que ser activa y eficaz, no bastan los
buenos deseos. Tiene que ser sincera, es una actitud interior.
Para el cristianismo, la caridad es una de
las tres virtudes teologales, junto a la fe y la esperanza. El cristiano ama a
Dios por Él mismo y a su prójimo por amor de Dios. La caridad implica que el
fin de todas las acciones es el amor.
Todo ser humano desde que nace se les da la enseñanza para vivir en armonía y vivir felices, nuestros padres desde pequeños nos enseñan a compartir con los demás y que no es necesario que ellos nos devuelvan algo a cambio; y al compartir algo nuestro con alguien que lo necesita, en el corazón queda una felicidad enorme al saber que le va ayudar en su vivir. Como dijo Don Bosco: “Donde reina la caridad, ahí está la felicidad”. Cuando compartimos con los demás hacemos muchos amigos, que no nos devuelven materialmente pero lo devuelven espiritualmente en oraciones en el amor, ya que se está cumpliendo el mandato de Jesucristo y así nos llenamos más de amor hacia los demás y aún mucho más a Dios, con lo cual vamos caminando y subiendo los escalones para llegar al cielo. Tomando las palabras de Henry Ward Beecher: “Cada acto de caridad es un paso más hacia el cielo”.
(Aporte del compañero Jesus Oswaldo Calderón)
CONCLUSIÓN
La enseñanza de la iglesia
es lo más importante en la vida cristiana, ya que la virtud de la caridad debe
ser la reina en nuestras vidas, al hacer actos caritativo, hacemos justicias y damos
ayuda a quienes lo necesitan, y así que un cristiano no puede vivir sin esta
virtud. Por medio de la caridad cumplimos con el mandato de Jesucristo.
La caridad es pues un don
de Dios que nos permite amar en medida superior a nuestras posibilidades
humanas. Es amar como Dios, no con la perfección que Él lo hace, pero sí con el
estilo que Él tiene.
La Caridad es una de las
tres virtudes teologales, junto con la fe y la esperanza. La mayoría de
nosotros como dar dinero y ayuda a los pobres, y si este es en alguna forma su
sentido, pero el valor de la caridad va mucho más allá.
La caridad tiene que ver
con dar una mano a quien es menos afortunado o está más necesitado que nosotros
y esto cubre muchos más aspectos no solo, el material. En esta virtud se
encierra también la bondad y se expresa en estas bellas palabras de ese gran
reformador social que fue Jesucristo “Haz el bien sin mirar a quien”.
Gracias a esta
investigación con la cual hemos aprendido la importancia de la caridad,
concluimos que esta no es solo un principio importantísimo, es más bien un
estilo de vida sobre todo para la vida del cristiano.
Bibliografía
Brant, P. S. (14 de Noviembre de 2008).
Caminando con Jesus. Obtenido de Caminando con Jesus:
http://www.caminando-con-jesus.org/reflexiones/vii.htm
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Cristiano. Obtenido de Caridad, Virtud Reina del Cristiano:
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de la Doctrina Social de la Iglesia (págs. 114-116). Ciudad del Vaticano:
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